El concepto de madurez para el aprendizaje escolar se refiere a la posibilidad que un niño, al momento de su ingreso al sistema educacional formal, posea un nivel de desarrollo físico, psicológico y social que le permita enfrentar adecuadamente la situación escolar y sus exigencias asociadas, junto con la posibilidad de apropiarse de los valores tradicionales y de la cultura de su entorno (Condemarín y cols., 1986; Milicic, 2000).
No existe un estado de madurez general que garantice el éxito en el dominio de la situación escolar, si no que niveles de desarrollo de funciones susceptibles de ser perfeccionadas si se respeta el tiempo en que deben ser enseñadas, así como las formas de efectuar las actividades escolares.
Estas funciones se conocen conceptualmente como funciones básicas y es objetivo central de la educación preescolar, velar porque el niño menor de seis años reciba de forma continuada, sistemática y ordenada el desarrollo de dichas funciones, tal que ello le permita enfrentar con éxito las exigencias programáticas futuras.
El concepto de funciones básicas designa operacionalmente determinados aspectos del desarrollo psicológico del niño, que evolucionan y condicionan, en última instancia, el aprestamiento1 para el logro de determinados aprendizajes (Condemarín y cols., 1986). Las funciones básicas también han sido denominadas destrezas y habilidades preacadémicas.
La educación preescolar permite entrenar y desarrollar habilidades y destrezas en el niño (de ahí la importancia de que todos tengan la posibilidad de ingresar a ella) que lo dejan en situación de enfrentar el currículo programático de la educación general básica, principalmente en relación al aprendizaje de la lectura, la escritura y el cálculo. Luego, este aprendizaje sólo se logrará de manera satisfactoria, si el grado suficiente y necesario de madurez de las funciones básicas del niño se ha alcanzado.
Condemarín y cols. (1986) señalan que las funciones básicas son las que a continuación se describen:
1. Lenguaje
El estudio del lenguaje como función básica para el aprendizaje de la lectura, la escritura y el cálculo debe analizarse al menos desde tres puntos de vista, a saber:
1 El concepto de aprestamiento alude a que el niño tiene la preparación y desarrollo suficiente para un lograr exitosamente un determinado tipo de aprendizaje. En relación al aprendizaje escolar, se supone que un niño al ingresar a primer año básico ha de estar más menos apresto en sus funciones básicas para el aprendizaje de la lectura, escritura y cálculo, ya que el proceso de apresto se realiza en la educación preescolar.
1.1) Recepción. Corresponde a la capacidad del niño de recibir la estimulación auditiva del lenguaje oral. Los procesos a la base de esto son la acuidad y la discriminación auditiva.
La acuidad se refiere a la habilidad para diferenciar sonidos de diferentes tonos y sonoridad. Una adecuada acuidad permite al niño escuchar claramente los sonidos de la palabra hablada, aspecto que es fundamental para el aprendizaje de la lectura.
La discriminación auditiva es la habilidad para oír semejanzas y diferencias entre los sonidos de las letras cuando suena la palabra. Esto permite al niño distinguir que palabras empiezan o terminan con el mismo sonido, el cual lo hace de manera distinta, etc. El asociar la pronunciación de la palabra impresa con la memoria auditiva es básico principalmente para el aprendizaje de la lectura.
1.2) Comprensión. La compresión verbal es fundamental para el aprendizaje escolar, por cuanto la enseñanza básica se hace principalmente sobre la base del lenguaje oral. Esto supone que el niño debe tener cierta madurez de los procesos del pensamiento que le permitan generalizar, abstraer, sintetizar, etc.
1.3) Expresión. La presencia de condiciones mínimas de fonoarticualción, sintaxis y conceptualización en la expresión del lenguaje, resultan esenciales para el aprendizaje escolar.
La evaluación de la madurez de esta función es esencial, por cuanto existe una fuerte relación entre trastornos del lenguaje, en sus distintos aspectos, y dificultades en el aprendizaje de la lectura.
2. Percepción
La discriminación perceptiva es la capacidad que presenta el niño para distinguir las diferencias entre los estímulos que recibe. Estos pueden ser visuales (por ejemplo, letras), auditivos (por ejemplo, la instrucciones que entrega el profesor) o kinestésicos (por ejemplo, círculo - cuadrado - rectángulo - triángulo). De ahí que la madurez de esta función sea esencial para el aprendizaje escolar. Según Bravo (1995), la maduración perceptual se demora a consecuencia de alteraciones del desarrollo infantil y está a la base de un importante número de retrasos en el aprendizaje.
3. Orientación espacial y temporal
La orientación espacial es la capacidad del individuo de mantener relaciones estables con el medio ambiente, es decir, tomar conciencia de la posición respecto del espacio que ocupa y aquello que lo rodea. El retraso en la madurez de esta función ha sido correlacionado importantemente con trastornos en el aprendizaje de la escritura.
La orientación temporal es la capacidad del individuo de situarse en el momento (el ahora) en que ocurre su toma de posición respecto del espacio en que se encuentra (el aquí) y lo que lo rodea. La adquisición de la conciencia del tiempo, implica que el niño puede otorgar sincronía, ritmo y secuencia a sus conductas orientadas al aprendizaje.
La sincronía es la simultaneidad controlada de movimientos integrados para lograr un determinado objetivo. El ritmo es la sucesión regular de actos sincrónicos repetitivos (una cadena conductual) elaborados para un propósito determinado. La secuencia es la posibilidad de ordenar en el tiempo dichas cadenas conductuales destinadas al logro de un determinado objetivo. El lector notará con facilidad, que la madurez de estas funciones de orientación temporal es esencial para cualquier tipo de aprendizaje escolar, principalmente para el de la lectura.
4. Función corporal
La función corporal es la representación global, específica y diferenciada que el individuo tiene de su propio cuerpo. Aspectos centrales de la función corporal son los siguientes:
4.1) Lateralidad. La lateralidad puede ser entendida desde dos puntos de vista. La lateralidad gestual, esto es, la predominancia de un hemisferio cerebral sobre otro, y la lateralidad de uso que corresponde a la prevalencia corporal (ojo - mano - pie) que se da en el desarrollo de las actividades cotidianas.
La distinción derecha - izquierda derivada de la madurez de la lateralidad (la cual debiera estar prácticamente definida hacia fines de la preescolaridad) resulta central para el aprendizaje escolar (Bravo, 1995). De hecho, la literatura especializada correlaciona fuertemente un pobre desarrollo de la lateridad con trastornos severos del aprendizaje de la lectoescritura. Por otra parte, la zurdería contrariada (imposición del uso de la mano derecha en los niños de lateralidad izquierda) se ha relacionado con disgrafía, disortografía, dislexia e incluso espasmofemia (tartamudez). Luego, el respeto de la lateridad del niño en el ámbito educativo es central, y de allí que la evaluación temprana de la lateralidad sea importante para la elección de la mano en las actividades preescolares y en la iniciación de la escritura.
4.2) Direccionalidad. Las direcciones que atribuimos al espacio exterior (derecha - izquierda, arriba - abajo) resultan de la proyección de las sensaciones por medio de las cuales se perciben las actividades del propio cuerpo. Para el aprendizaje de la lectoescritura es indispensable la madurez de la direccionalidad, por cuanto en nuestro sistema de enseñanza - aprendizaje sólo se puede leer y escribir de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo.
La madurez para ingresar a la educación escolar y poder aprender a leer, escribir y calcular no es una instancia psicológica que aparece en una etapa de desarrollo determinada y se mantiene de manera estática, sino que más bien corresponde a
una condición que se ha logrado producto de la madurez de todos los procesos biológicos, psicológicos y socioculturales, debido a una adecuada estimulación de los mismos.
Lo recientemente expuesto, es un esquema de las condiciones generales que debe poseer un niño para enfrentar el proceso de aprendizaje del primer año de educación básica.
Sin embargo, cuando estas condiciones no alcanzan un nivel adecuado conforme a lo esperado para la edad cronológica, es decir, cuando no hay aprestamiento para los diferentes aprendizajes escolares, se está frente a una situación de inmadurez escolar, esto es, la falta de afianzamiento de la funciones o habilidades básicas para el inicio del aprendizaje escolar, en relación a lo esperado para determinada cronológica y etapa del desarrollo.
Existen algunas pruebas estandarizadas que permiten medir las funciones básicas y con ello la madurez escolar. Dentro de éstas, quizás la de mayor uso e importancia, sea la Prueba de Funciones Básicas de Berdicewsky y Milicic, la cual permite realizar un diagnóstico de las habilidades necesarias para el aprendizaje de la lectoescritura. En el área del cálculo pueden utilizarse aquellas pruebas a las cuales se hace alusión en el tópico sobre discalculia, con el fin de evaluar las funciones de base no matemática (por ejemplo, la prueba de precálculo y la batería de pruebas piagetanas).
MTRO. JOSÉ C. LÓPEZ REYES
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